martes, 10 de enero de 2012

MOLINENSES EN EL RECUERDO

UNA DEVOTA DEL ROSARIO
FUENTE LA OPINION DE MURCIA.- CELIA QUIJANO ­María Nieves Picazo Gil, natural de Molina de Segura, falleció el pasado 6 de enero, festividad de la Epifanía del Señor, el día de los Reyes Magos y una fecha muy significativa, puesto que Epifanía significa Luz del Cielo. También esta fecha coincidió con ser el primer viernes de mes, de gran importancia para ella, ya que se honra al Corazón de Jesús. Para la familia es un regalo del cielo que nos haya dejado en este emblemático día.


Era nieta de Rogelio Gil Funes, fundador de la fábrica de conservas, harina y pimentón La Abundancia, que fue una de las primeras industrias radicadas en su localidad natal, además, de ser el creador de la Banca de Molina de Segura. Su padre, Saturnino -médico especialista en obstetricia y ginecología-, falleció a los 36 años, y perdió a su único hermano, Saturnino, mayor que ella, a la edad de 3 años. Estaba muy unida a su madre y a su abuela materna, Emilia Moreno. 
María Nieves era una mujer de profundas creencias católicas, algo que heredó de su abuela y su madre. Su abuela Emilia -que también gestionaba la empresa familiar-, donó una bella imagen del Cristo de la Paciencia que luce actualmente en la iglesia de San Bartolomé de Murcia, que veneran muchos feligreses. Su madre pertenecía a la Cofradía de las Servitas de Murcia, y salía en procesión el Viernes Santo desde la iglesia de San Bartolomé, tradición que María Nieves continuó.


María Nieves estudió en régimen de internado en los colegios de Jesús María y Carmelitas, donde había estudiado también su madre; una educación religiosa que inculcó a sus cuatro hijas, que estudiaron también en colegios religiosos. Como anécdota, su madre fue recibida en audiencia privada por el Papa Pío XII en el Vaticano.
Su ansia de aprender le llevó a estudiar la carrera de piano, la licenciatura de Teología, Magisterio, y cinco años en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Murcia. Antes de fallecer, llegó a estudiar informática, inglés y pintura, afición esta última en la que demostraba un gran talento que se conserva en obras que guardamos con gran cariño.
Su gran pasión era viajar y conocer lugares y gentes nuevas. Visitó Israel, Jordania, México, Grecia, Egipto, Turquía, Croacia, Italia, Francia, Polonia, Bosnia-Herzegovina, Portugal… Además, peregrinó a Lourdes y Fátima en varias ocasiones.


Destacaba en ella su alegría, vitalidad, su profunda fe y su gran actividad social y religiosa. Era una persona profundamente mariana, por lo que estaba vinculada a la Archicofradía del Rosario de Murcia, a la Corte de la Virgen de la Fuensanta, a la Cofradía de Servitas de María Santísima de las Angustias, y a las Hermanas de la Caridad (era celadora de una capilla peregrina con la imagen de la Virgen de la Milagrosa). 
También colaboraba económicamente con las Hermanitas de los Pobres. Esta fe la heredó de su madre y sus cuatro hijas -María Nieves, Celia, María Dolores y Marita-, también la profesan, gracias a ella.
Sus seis nietos: Borja, Emilio, Álvaro, María, Carolina y Blanca, la añoran mucho y todavía no se han hecho a la idea de su ausencia porque era un pilar muy importante en sus vidas.


Llamaba la atención por su belleza y su estilo, aparte de su simpatía natural. Le gustaba asistir los primeros viernes de cada mes a la Misa de Sanación interior y física, que se realiza en la iglesia de los Pasos de Santiago- la más antigua de Murcia-, y oficia el Padre David Gascón, canónigo de la Catedral de Murcia, a cargo de la Renovación Carismática.
En definitiva, María Nieves era una persona con carisma, dinámica, vital, inquieta y emprendedora, así la definen muchos; además, de generosa y comprometida, que contagiaba su alegría y sus ganas de vivir. Sus jaculatorias más repetidas eran «Jesús en ti confío» y «Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos». A Dios dejaba siempre sus problemas para que Él obrara según Su voluntad. Era muy devota del rezo del rosario que oraba con su marido, Antonio Quijano, todos los días. 
Todos creemos que tendrá un magnífico lugar en el cielo.

FRANCISCO AYUSO MORENO, HISTORIADOR OFICIOSO DEL ATLETICO DE MADRID
FRANCISCO AYUSO MORENO, segundo por la izquierda
JESÚS MAESO MONGE ­Indiscutiblemente, el fútbol está considerado como el deporte rey, muy por encima de cualquier otra disciplina. Generalmente los clubes, estadios y, sobre todo, jugadores, entrenadores, presidentes y árbitros son los referentes individuales de este fenómeno social que tantas masas arrastra.

No obstante, los que mantienen realmente este baluarte son los modestos aficionados de a pie. El jueves 11 de noviembre uno de ellos nos abandonó en Molina de Segura, a los 72 años de edad. Una de esas personas que han sido abanderadas del fútbol nacional, especialmente en lo que al Atlético de Madrid se refiere, hasta el punto de convertirse en historiador oficioso del club colchonero, flamante campeón de la Europe League y de la Supercopa de Europa. Su nombre, Francisco Ayuso Moreno (Murcia, 1938), administrativo de profesión y enamorado de los colores rojiblancos desde su niñez.

Dentro de su modestia, discreción y sencillez, siempre le consideré un genio amparado en su humildad. Le conocí antes de los años 70, cuando residía con su esposa y sus dos hijos en Las Torres de Cotillas y hacía labores administrativas en una empresa cárnica de la citada localidad. Posteriormente se trasladó con su familia a Molina de Segura, donde vivió más de 30 años. Si por algo me deslumbró Paco Ayuso, así le conocíamos los amigos, era por su capacidad para las estadísticas en los tiempos en los que no existían los ordenadores. Él fue un adelantado a la informática, un superdotado que hacía auténticas obras de arte en esta materia, algo impensable por entonces.

Ahí ha quedado impregnada de por vida su historia oficiosa sobre el Atlético de Madrid, una obra inigualable, que seguro no existe otra en el mundo, y por la que nunca se dignó a aceptar ni un solo euro. Ayuso dedicó más de medio siglo a su gran pasión deportiva, el club de la ribera del Manzanares, del que lo sabía todo, elaboró y estudió hasta el más mínimo detalle. Trabajó hasta el último momento la estadística como nadie: resultados, competiciones, alineaciones, fechas, goleadores, minutos jugados… Era simplemente la biblia del Atlético de Madrid, que no tenía secretos para él.

Marido y padre ejemplar, amigo incondicional de sus amigos, era un hombre leal donde los hubiese y con una capacidad intelectual asombrosa, quizás no reconocida. Para mí representó un orgullo el tenerle entre el grupo escogido. A su esposa, Carmen Muñoz Mulero, y a sus hijos, Francisco y Carmen, les hacemos llegar nuestro más sincero pésame. Descanse en paz.

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